Eucaristía
La Misa es el momento más importante de nuestro día. Todo brota de ella y tiende hacia ella. Cuando en ella se proclama la Palabra de Dios, se vive en su máxima expresión la LECTIO DIVINA, cuando en ella se comulga de un mismo pan, se vive en su máxima expresión la COMUNIÓN en la vida de comunidad, cuando en ella se cantan y recitan las oraciones, en ello se concentra toda la VIDA DE ORACIÓN DEL MONJE, su oración privada y la oración litúrgica oficial de la Iglesia.
San Benito, como nos lo cuenta San Gregorio, murió en el oratorio del monasterio de Montecassino, con las manos alzadas al cielo en oración, sostenido por los hermanos, y habiendo comulgado el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así, la conclusión eucarística de su vida, da a la vida monástica una fuerte impronta en este sentido. De hecho, fue en los monasterios del medioevo donde se comenzó a desarrollar el amor por la eucaristía diaria, ya que en la antigüedad sólo se celebraba la misa algunos días de la semana.
Cada día al alba, después de haber ya rezado Vigilias y Laudes, nos reunimos para celebrar juntos la Cena del Señor. La celebración monástica tiene ciertas características particulares: es tranquila, pausada y enteramente cantada. Los Domingos, día del Señor, el centro de la jornada lo ocupa la celebración conventual de la Santa Misa, a la que asisten numerosos fieles que desean celebran con nosotros.